¿Por qué la celebración de la Pascua cambia constantemente de fecha? En efecto, esto puede ocurrir entre los días 22 de marzo y 25 de abril. ¿Quién y cómo determinó que esto fuera así? La historia es muy antigua, y está vinculada al triunfo de la vertiente más poderosa del cristianismo primitivo, que logró, a partir de su constante expansión en el Imperio Romano, aliarse con las más altas esferas del poder. Este tema permite mostrar cómo algunas cuestiones que parecen ser “inocentes debates teológicos”, encierran detrás enormes conflictos políticos y económicos. Sirva pues el caso para enumerar algunas de las disputas de los cristianismos, desarrolladas en la historia.
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Fue el propio emperador Constantino quien, en el año 313 de nuestra era, emitió el Edicto de Milán, mediante el cual se decretó el fin de la persecución de las religiones distintas a las de la tradición romana. A este edicto se le conoce como el “Edicto de la Tolerancia”, pues en un primer momento se entendió como una determinación para permitir la libre practicar cualquier religión en el Imperio.
Sin embargo, esa realidad cambiaría drásticamente solo unos años después, dado que en el año 325 se realizó el Concilio de Nicea; el cual puede considerarse como el consenso político fundador de la Iglesia Católica (en sus distintas ramas) e indirectamente, de las distintas religiones cristianas que se conocen hoy en día.
En ese momento se determinó pues que la Pascua debía celebrarse obligatoriamente en día Domingo. Esto para guardar congruencia con el Decreto emitido por Constantino el 7 de marzo del 321, estableciendo que el día domingo, que era el “venerable día del sol”, debía descansarse; esto tanto para agradar a la facción judeo-cristiana, en la que se pensaba que el “séptimo día de la semana” Yahvé había descansado luego de dar origen a la creación, como para satisfacer a las facciones romanas que aún rendían culto al Sol. Fue así como se realizó el cálculo para unificar las diferentes fechas de celebración que usaban las iglesias cristianas; misma que se ajustaría en el Sínodo de Whitby en el año 664.
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En el Concilio de Nicea se debatieron pues numerosas cuestiones que estaban en disputa entre los cristianismos de la época. Una de ellas, quizá la más relevante, fue la relativa a la naturaleza de Cristo. Arrio y sus seguidores, retomando diferentes posturas del cristianismo primitivo, cuestionaban la idea de la Trinidad, y argumentaban a favor de la supremacía del padre sobre el hijo, considerando que Jesús de Nazaret había nacido hombre y en el transcurso de su vida había llegado a ser ungido como divino por el propio Dios.
Por el contrario, los teólogos cercanos a Constantino argumentaban a favor de la naturaleza divina de Cristo, y con ello, la confirmación del milagro de su nacimiento de una doncella virgen. El debate teológico era profundo y se resolvió a favor de este segundo bando. Arrio fue declarado hereje, pero luego readmitido en la Iglesia por el Papa Alejandro I. No se conoce mucho de la obra de Arrio pues el propio Constantino ordenó la quema de todos sus textos durante la propia vida de aquel, quien murió, según algunos de sus biógrafos, envenenado.
El Concilio de Nicea determinó el canon bíblico, es decir, el conjunto de libros que forman parte de la Biblia; y también determinó cuáles son los elementos rituales esenciales de la Eucaristía, por ejemplo, que en su celebración no se daría del vino a los fieles, y en algunos casos, el pan, en el que se supone se realiza la transustanciación del cuerpo de Cristo, sería igualmente solo mostrado, y en algunas ocasiones, también compartido. Esto cambiaría institucionalmente en la alta Edad Media.
El Arrianismo no fue el único movimiento cristiano derrotado. Sólo por citar algunos ejemplos emblemáticos, vale citar el caso de los Cátaros, movimiento que fue sometido y erradicado brutalmente. En efecto, su presencia en Francia dio origen a la llamada “Cruzada albigense”, la cual tuvo origen en el Concilio de Letrán, realizado en el año 1179.
La batalla contra los cátaros fue larga, e involucra la creación de una de las instituciones más oscuras de la historia católica: La santa Inquisición (creada en 1229), comandada por la Orden de los Predicadores y fundada por Domingo de Guzmán. Así, el 16 de marzo de 1244, en la Ciudadela de Montsegur, en Francia, se ordenó la ejecución de alrededor de 200 cátaros, quemados en una gran hoguera. La persecución de los cátaros tenía qué ver sobre todo comuna importante disputa política y por la posesión de tierras, que continuaría hasta 1252, cuando se emitió la Bula Ad extirpanda, en la que se establecieron severos castigos para aquellos que continuasen difundiendo las enseñanzas catarinas.
Los husitas, movimiento formado por Juan Hus, siguiendo las enseñanzas de Wyclif, fue severamente reprimido; y su fundador, luego de ser engañado al invitarlo a exponer sus ideas en el Concilio de Constanza, fue sometido a juicio y declarado hereje y fue condenado a morir en la hoguera en 1415.
Aunque no encabezaron movimientos religiosos como tales, las figuras de Copérnico y de Giordano Bruno no deben ser olvidadas en la negra historia católica, como dos ejecutados por sus ideas; contrarias al dogma religioso relativo a que la tierra era plana, que se encontraba en el centro del universo, y que es sede de la única forma de vida inteligente y similar a dios en todo el universo. Copérnico falleció aparentemente por un accidente cerebrovascular, aunque algunos afirman que en realidad fue obligado a beber cicuta; mientras que Giordano Bruno fue quemado vivo el 17 de febrero del año 1600.